17 de febrero de 2017

Los regalos que me hizo la policía política por San Valentín

Los regalos que me hizo la policía política por San Valentín
Crónica de una detención
Viernes, febrero 17, 2017 | Roberto Rodríguez Cardona

BAYAMO, Cuba.- "¿Aquí vive Roberto Rodríguez?", preguntó el oficial de
la Seguridad del Estado que, acompañado de un perito y tres uniformados,
se disponía a efectuar un nuevo registro en mi vivienda. Eran las dos de
la tarde del 13 de febrero. Fue el primero de los regalos que me hizo la
Policía Política en vísperas de San Valentín.

La orden de registro para ocupar medios de cómputo y comunicaciones
parecía estar en regla, exceptuando el nombre del actuante, solo aludido
como Maikel. El oficial citado dijo que era él mismo, pero se negó a
revelar su cargo y apellidos.

"Todo el mundo para la sala", ordenó, irrespetando a un señor que nos
visitaba, ignorando la indignación y reclamaciones de mi esposa y el
llanto de nuestra hija de 11 años, nerviosa y asustada ante la
arremetida policial. Buscaron dos testigos y comenzó la revolvedera,
escudriñando minuciosamente con linterna cada rincón sospechoso.
Terminado el registro, con nulo resultado, el segundo regalo fue una
detención por 24 horas.

Otros regalos y sorpresas

En la Unidad Provincial granmense, de Instrucción de los Delitos Contra
la Seguridad del Estado (DCSE), me esperaban nuevas sorpresas. Ante la
petición de firma de mi declaración, se impuso una revisión detallada
del documento, fue allí cuando supe que estaba ante el 1er Teniente
Maikel Villa Mendoza, a quien se le sumó el instructor penal de DCSE,
capitán Daniel Ramírez Matamoros, quien en septiembre pasado, en similar
registro, ocupó todos mis medios de trabajo periodístico. Según
Matamoros, "todavía los peritos investigan tus medios".

Acto seguido una, aclaración-advertencia-amenaza: "Apenas nos enteremos
que tienes algún medio electrónico o de comunicación, te hacemos otro
registro y vamos a tener que tomar medidas más drásticas contigo".

No me regales más nada… déjame ganármelo yo

Ante la fracasada ocupación de medios, orquestaron un plan macabro para
culparme injustamente de Distribución de Propaganda Enemiga, mostrándome
unas octavillas que encontraron regadas por las calles bayamesas y
alegando tener un detenido que me culpaba de habérselas entregado. Mi
solicitud de careo fue instantánea.

Mientras buscaban al susodicho, leí las frases de la octavilla superior
del paquete de volantes, cuya procedencia me achacaban. No recuerdo el
orden, pero decían, "Bajen los precios y suban los salarios", "Abajo el
hambre y la miseria", "Abajo la doble moneda". Aun no comprendo por qué
les catalogaron de propaganda enemiga, cuando reflejan las demandas que
a puro grito exige el pueblo cubano.

En el otro extremo de la oficina, hicieron sentar un anciano nervioso y
apenado. Tres días de detención, una celda oscura e infestada de
mosquitos, una cama de cemento todo el día, sin colchón ni sabanas,
presión psicológica y temor a ser encarcelado a sus años (65, aseguró
luego un familiar cercano del señor), entre otros elementos, pesaban
sobre sus espaldas. Se veía dispuesto a cualquier cosa con tal de ser
liberado.

Con la cabeza gacha y lenguaje tropeloso, el señor afirmaba, a medida
que Matamoros "citaba" la declaración dada por el anciano, sus erráticos
argumentos, me bastaron para la deducir la manipulación a que había
estado sometido, antes de ser llevado a mi presencia.

Mi respetuosa pero rotunda negativa a los alegatos del señor y
posteriores reclamaciones a los oficiales, fue acallada con las palabras
del oficial Maikel: "Bueno Roberto, usted se queda detenido y bajo
investigación". La orden de detención, previamente elaborada, no cambió,
ni tampoco la de liberación 24 horas después, yo seguía acusado de
Distribución de Propaganda Enemiga.

El último regalo

Casi al oscurecer del día 14, fui liberado. Según dijo Matamoros, de
forma sarcástica y queriendo aparentar benevolencia, "para que puedas
disfrutar de lo que queda del Día de los Enamorados", y mediante acta de
advertencia, me prohibían volver a realizar unas acciones que no había
cometido".

Ya en casa, un baño reconfortante palió el cansancio y el penetrante
olor dejado por el apestoso colchón, que reglamentariamente prestan de
10 de la noche a 5 de la mañana, minutos después, mi esposa descubrió un
último regalo, hasta ese momento desapercibido. Un piojo había escapado
del encierro en mi cabeza.

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Cubanet -
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