31 de agosto de 2015

La batalla de las percepciones

La batalla de las percepciones
CARLOS ALBERTO MONTANER | Miami | 30 Ago 2015 - 1:44 pm.

Obama y Kerry han caído en la trampa de creer que la propaganda
intensamente difundida contra EEUU refleja los criterios de la opinión
pública internacional.

Tiene un nombre aséptico, pero es enormemente controversial: Plan
Integral de Acción Conjunta. Es el acuerdo entre Estados Unidos e Irán
en materia de control y eliminación de las armas nucleares que Teherán
se proponía (o se propone) fabricar. Lo respaldaron los grandes del
vecindario: el Reino Unido, Francia, Rusia, China y Alemania.

Israel, claro, puso el grito en el cielo. Si Irán desarrolla las armas
nucleares lo tiene todo. Ya cuenta con la cohetería capaz de destruir al
país en un ataque sorpresivo. Ni siquiera lo disuadiría el hecho de que
hay un millón y medio de árabe-israelíes que acaso morirían. El Islam
aporta el consuelo glorioso del cielo prometido a los mahometanos mártires.

¿Exagerado? Eso es lo que los ayatolás aseguran una y otra vez. Hace
ochenta años muchos judíos no creyeron lo que había escrito en Mi lucha
un enérgico imbécil con un bigotito ridículo. Acabó matando a seis
millones de judíos y exterminó para siempre la brillante judería europea.

Pero Israel no está solo. Doscientos generales, almirantes y
vicealmirantes norteamericanos, ya jubilados, acaban de firmar una carta
pidiéndoles a los congresistas y senadores norteamericanos que no apoyen
el pacto. No solo lo hacen por Israel. Piensan en los intereses de
Estados Unidos y de sus aliados.

Los argumentos que esgrimen son inquietantes. Están persuadidos de que
Irán no cumplirá. Que no puede verificarse la no fabricación de bombas
nucleares. Que le facilita a Irán el acceso a miles de millones de
dólares, de los que una parte irá a subsidiar a los terroristas de
Hezbolá. Y que convertirá el Medio Oriente en un lugar más inseguro de
lo que ya es, desatando una carrera nuclear con otros Estados árabes.

Curiosamente, el gran ayatolá Seyed Ali Jamenei les había dado la razón.
Tras el anuncio del acuerdo afirmó que Irán no cambiaría su postura.
Destruir a Israel continuaba siendo un objetivo sagrado y permanente.

Por supuesto, no todos los militares norteamericanos tienen la
percepción de quienes protestan. Hace dos semanas, tres docenas de
exoficiales, con la misma alta graduación, le habían solicitado lo
contrario al Congreso: que respaldara el pacto logrado por Barack Obama
y John Kerry con los ayatolás.

Alegaban que el acuerdo alejaba las posibilidades del conflicto,
suponían que se podían detectar los incumplimientos de Irán, y creían
que no hay mejor opción que la conseguida. Era el mejor pacto posible en
el imperfecto mundo de las relaciones internacionales.

De alguna manera, los militares pro pacto responden a la tendencia
nacionalista norteamericana expresada por teóricos convencidos de que
el enorme país de 310 millones de habitantes no debe dejarse arrastrar a
un peligroso conflicto por el Estado de Israel ni por ninguna otra
nación del planeta.

En todo caso, ¿por qué Obama y Kerry pactan con Irán? A juzgar por las
palabras de Kerry recogidas por la agencia Reuters, porque quieren
salvar a Estados Unidos de la antipatía que despierta la política
norteamericana en el Medio Oriente.

Desean que Estados Unidos sea querido y admirado, y les molesta el
rechazo que su país (aparentemente) provoca. Probablemente, como tantos
norteamericanos críticos, especialmente del mundillo académico,
comparten cierto rubor por la tradicional conducta internacional de
Washington.

En realidad, Obama y Kerry han caído en la trampa de creer que la
propaganda intensamente difundida, machacada hasta la extenuación,
refleja los criterios de la opinión pública.

No advierten que existe una permanente campaña antinorteamericana,
pertinaz y efectiva, que proyecta un supuesto criterio colectivo que no
es el de la sociedad en general, sino el de una pequeña y vociferante
elite que distorsiona la realidad y ha hecho del "antiyanquismo" su
leitmotiv.

Tal vez cuando John Kerry protestaba contra la guerra de Vietnam —en la
que había peleado—, o cuando Barack Obama era un "organizador
comunitario", coincidían con los análisis de quienes se avergonzaban de
la conducta de Estados Unidos, como sucede con personas como Noam
Chomsky o el desaparecido Saul Alinsky, pero esa, en rigor, aunque es la
posición mayoritaria de la elite docente universitaria, y una de las
señas de identidad de la izquierda, no es la que suscribe el grueso de
la comunidad internacional, especialmente los hombres y mujeres de a pie.

La realidad objetiva es que Estados Unidos es uno de los países más
admirados del mundo, en el que los pobres de medio planeta desean vivir,
como revela la enorme encuesta que año tras año realiza la empresa
Anholt-GfK Roper Nation Brands. (Les preguntan a más de 20.000 personas
en 20 países significativos).

En los índices que compilan, hasta el 2014 Estados Unidos encabezaba la
lista de las diez naciones más queridas. Ahora es la segunda, dado que
Alemania ascendió al número uno. Las otros ocho son las sospechosas
habituales de siempre: Inglaterra, Francia, Canadá, Japón, Italia,
Suiza, Australia y Suecia.

La verdad es esa. Lo otro son percepciones. Prestidigitaciones.

Source: La batalla de las percepciones | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/internacional/1440935076_16631.html

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