29 de noviembre de 2014

Los perros mudos de La Habana

Los perros mudos de La Habana
No hay leyes para proteger a los perros vagabundos. Tampoco medicinas
para curarlos. Se descomponen en las calles
sábado, noviembre 29, 2014 | Gladys Linares

LA HABANA, Cuba -En el número 178 de marzo de este año de la revista
Pionero (publicación para adolescentes cubanos) leí un reportaje
titulado "Un safari diferente". En este se hablaba de las actividades
que se realizan en el Zoológico Nacional de Cuba con los alumnos de las
secundarias básicas cercanas a dicho lugar para favorecer la formación
vocacional y la orientación profesional de los jóvenes. El artículo
mencionaba además que en dicha institución existen 14 círculos de
interés donde se les enseña a los niños sobre el bienestar animal y el
cuidado del medio ambiente.

Aunque el trabajo se refería en particular a las especies que habitan en
la instalación, es esta una excelente iniciativa para fomentar el
cuidado a otros animales, que debería extenderse a todos los sectores de
la sociedad cubana. En ello tendrían que jugar un papel determinante la
familia y la escuela, y así enseñarles a nuestros niños y jóvenes el
cuidado y protección de los animales afectivos, algo imprescindible para
humanizar nuestra sociedad.

Hace unos días pasó por mi lado una niña de unos 12 años. Llevaba un
perrito pequeñito. Iba muy contenta porque lo había salvado de unos
muchachos que lo iban a botar en el basurero. Mientras la niña me
contaba esto, miré al perrito, quizás de menos de un mes de nacido, y
pensé en los niños que querían botarlo, posiblemente por orden de un
adulto indolente no solo ante el crimen que cometía con el animalito,
sino ante las consecuencias psicológicas que tal atrocidad podría tener
para los muchachos.

Cuando Zoonosis recoge animales callejeros, la crueldad se pone de
manifiesto. Algo así le sucedió a Luis Li, un vecino cuyo viejo perro
acostumbra salir por las mañanas a hacer un recorrido por la cuadra.
Hace unos días, el carro de Zoonosis se lo llevó. Otro vecino, que vio
cómo lo montaban en la jaula, les explicó que el animalito tenía dueño,
pero aun así no lo bajaron. Me contó Luis que alquiló un carro y fue
inmediatamente a buscar a su perro. Afirma que chocó con un espectáculo
horrible: allí mantienen a los perros hacinados, sin comida. Los más
grandes agreden a los más pequeños. Aunque le dijeron que les ponían
agua, por mucho que buscó no la vio por ninguna parte.

Cuando el chino regresó con su perro, traía también una perrita que
había visto por la mañana merodeando asustada y había pensado que estaba
perdida. A la perrita le gustaba jugar con los niños, lo que le hizo
pensar que era la mascota de algún infante, pero posiblemente la botaron
cuando quedó preñada.

Aunque existe la Asociación Cubana de Protección para los Animales y las
Plantas (ANIPLANT), pero a pesar de que algunas veces organiza
esterilizaciones masivas gratuitas en distintos barrios y municipios y
se preocupa porque algunas personas adopten perros callejeros, esta
asociación no tiene los recursos ni el poder necesario para proteger a
los animales, puesto que en Cuba no hay leyes con este fin.

Tampoco hay buenas clínicas veterinarias. En la de Carlos III, la falta
de higiene, la escasez de instrumental y la total ausencia de
medicamentos veterinarios y de material desechable no ofrecen confianza
a los dueños preocupados para llevar un animalito enfermo. Hace
alrededor de 20 años se abrió en cada municipio de la capital una
clínica veterinaria, pero estas nada pueden resolver, pues están en
franco deterioro, aunque los veterinarios siguen trabajando en ellas.
Para paliar la grave situación de los animalitos, prescriben medicinas
de humanos, aunque no pueden emitir recetas, por lo que el dueño de la
mascota tiene que acudir a algún medico para que le haga el favor de
darle una. No muchos pueden comprar medicinas para sus mascotas en pesos
convertibles (CUC).

Antes de 1959 nuestros perros se alimentaban con piltrafa de res. Hoy,
los más afortunados comen arroz y boniato, algún pellejito de pollo o un
poquito de picadillo de soya. Los callejeros, en cambio, no tienen tanta
suerte: unos pocos encuentran algún ciudadano caritativo que
ocasionalmente les da algunas sobras, pero la mayoría no tiene otra
opción que hurgar en la basura.

Las leyes cubanas del tránsito tampoco favorecen a los animales sin
amparo. Gran cantidad de perros y gatos son atropellados impunemente.
Solo la piedad de algunos choferes, que no el temor al castigo, se
interpone entre estos vagabundos y la muerte. Muchos de esos infelices
arrastran mutilaciones o deformidades como secuelas de accidentes, e
incluso es bastante frecuente ver sus cadáveres descomponiéndose en
plena vía pública.

Source: Los perros mudos de La Habana | Cubanet -
<http://www.cubanet.org/destacados/los-perros-mudos-de-la-habana/>

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