31 de marzo de 2014

Cuba y el tiempo perdido!

¡Cuba y el tiempo perdido!
Orlando López-Selva | Opinión

El sábado pasado la Asamblea Nacional cubana aprobó una "Ley para la
inversión extranjera que contempla autorizar la participación de capital
foráneo en todos los sectores, salvo salud y educación".

La ley sorprende por lo que promete: seguridad jurídica, mecanismos para
dirimir conflictos, debidas garantías de compensación si surgen
situaciones que afecten a los extranjeros. Todo hecho para proteger
dinero y propiedades foráneos —capitalistas de gran poder económico que
al principio de los 60 eran vistos como "explotadores o burros cargados
de plata", como Fidel les llamara—.

Pero ¿por qué no se crea una ley para proteger a los inversionistas
nacionales? ¿O se cree únicamente en un capitalismo para los de afuera?
¿Por qué les llaman "cuentapropistas" a los de adentro? Ello me recordó
un dicho sencillo: "Lo que el vivo hace al principio, el tonto lo hace
al final".

Pregunto: ¿Tendrán los hermanos Castro remordimiento de conciencia
después de haber engañado por más de 50 años a dos generaciones de
cubanos —y también de latinoamericanos— que creyeron en el socialismo
cubano como el paraíso de obreros, campesinos?

Al mirar hacia atrás vemos que muchos de los intelectuales renombrados
—Paz, Fuentes, Vargas Llosa, Sartre, Marcuse, Ecco— inicialmente
apoyaron al régimen del joven y brillante Fidel Castro, que prometía una
revolución moderada. Pero luego de tantos desmanes, injusticas y
errores, se desencantaron con la revuelta castrista.

Durante años, todos los fracasos económicos de Cuba se le achacaron a
Washington, por su embargo "inhumano e inmisericorde". Pero ¿por qué
Fidel deseaba comerciar y transar con el "imperio gringo" tan odiado?

Los revolucionarios cubanos convirtieron a un pueblo, que en su mayoría
era gente educada, emprendedora, creativa —en todos los campos de la
ciencia, el arte o la cultura— en una sociedad anodina, ligeramente
igualitaria; pero no menos frustrada. Pasaron del régimen opresivo de
Batista, a otro que dicta todo. Debo reconocerles que les dieron
oportunidades a los mulatos y afrodescendientes, que habían estado
relegados en épocas anteriores.

Ahora el régimen es de Raúl: más práctico; un poquito más abierto que su
intolerante hermano Fidel; pero siempre temerosos de decir: "Nos
equivocamos por 50 años".

Lo paradójico de todo esto comenzó cuando chinos, vietnamitas y rusos
abrieron los grifos refrescantes de las reformas de mercado y
desenllavaron sus grandes celdas ideológicas para que sus conciudadanos
conocieran los frutos prohibidos de Adam Smith.

Desde que China, Rusia, Vietnam comenzaron a abrirse paso hacia el
progreso por el impacto de sus cifras económicas, su visible prosperidad
material, sus reformas y apertura ideológica, Fidel, ya barbiblanco, se
dio cuenta de que había vivido lejos de una verdad escondida a millones
de compatriotas. En Europa abandonaron el marxismo en 1989. Y Castro
cayó en una celda oscura y fría. Debió dejar el poder por decrepitud
ideológica y biológica. Se había convertido en todo lo que había
detestado de españoles o norteamericanos: para él, culpables del
desbalance estructural de Cuba. Pero se transfiguró en uno de ellos:
distante de su pueblo, insensible a las críticas contra su régimen;
cerrado a cualquier conciliación; cruel con los demandantes de libertad
para todos.

Su proyecto era una pieza de museo herrumbrosa. Su obra, una cárcel
temprana y masiva.

En Cuba ningún niño pasa hambre; todos pueden ir a los estadios, museos
o cines, gratis; todos tienen educación de calidad. Cierto. Pero esos
beneficios se convirtieron en pleitesía a la dictadura exigente de
sacrificios, milicias, espionaje a los que disienten, o escarnio para
los creyentes en un Dios negado, en el que ahora Fidel cree; y le pide
perdón en latín desde su advenediza conciencia.

La cuestión es que los Castro vuelven arrepentidos al camino del que
abjuraron; vuelven a la senda denigrada para invitar a capitalistas
extranjeros a convertir sus playas, casinos y centros culturales en
fuentes de riqueza y prosperidad material que siempre el socialismo
maldijere.

¿Cómo recuperarán el tiempo perdido los que perdieron su libertad,
sueños y esperanzas? Si la historia es la puntera de los cambios
sociales, Cuba marcha despacio por buen camino. Estoy convencido de que
dentro de poco tiempo, estará más cerca de la libertad.

Source: ¡Cuba y el tiempo perdido! · El Nuevo Diario -
http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/315836-cuba-perdido

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